Sashimi para principiantes
¿Ulises también paga?
Por favor Jota, es un perro.
Pues el cabrón del perro ha comido más salmón que yo.
Es un “all you can eat”. Come hasta que explotes y dejanos en paz. Estoy harta.
Me levanté. Todos me miraron. Solo una persona en aquella mesa intuía qué iba a pasar y no era él. Entré al restaurante. Saqué una bandeja de shashimi de salmón a la terraza. La puse delante de sus narices.
Toma. Para que te calles.
¿Estás enfadada de verdad?
Si. Joder. Me molesta muchísimo tu tacañería. Me amargas. Te sobra la pasta y aquí estás, cabreado porque un perro ha comido un poco de salmón. Es insoportable.
Creo que le enfada otra cosa, Be. Ya no solo tiene celos de mi. Ahora también de Ulises.
Todos menos el perro nos reímos
Nos das de comer a los dos y a él nunca le toca. Nos acaricias a los dos y a él nunca le toca. Nos dejas jugar contigo y...
Y a él no le gusta jugar a mis juegos. Que se aclare.
¿A qué juegos no me gusta jugar, morena? A ese rollo que os traéis con las bandejas de sashimi de nuestro japo desde luego que no.
¿En serio, Javi? Te acoplas a nuestras citas de los jueves, y todavía te molesta no participar en nuestras bromas privadas? Mira. Esos días no calculas cuanto comes cuando tu canguro, paga lo de todos.
No es mi canguro. Es tu canguro.
En serio. Déjate de rollos. Me estoy cabreando.
Pues no pareces enfadada.
Trust me. Así es peor. Cuando está de verdad enfadada grita muy poco. Y tú preferirías que gritase como cuando empieza a estar enfadada e intenta avisarte. Como te ha gritado cuando te ha dicho “come y calla, hostia”
Bueno. Yo no he dicho eso.
Era la esencia.
Sí. Supongo.
Grítame, morena. Me voy a comer la bandeja de salmón como penitencia.
Me dio la risa.
¿Ya se te ha pasado el cabreo?
Se lo ha guardado para la próxima vez que te pongas rácano. No te pongas rácano, Jota, le molesta de verdad. Te lo ha dicho muchas veces de muchas formas.
Era sábado. El jueves siguiente, al llegar a nuestro japo después de mis clases de samba, el camarero nos dijo que Jota no vendría pero que había dejado la cena pagada.
Le llamé.
Otra vez que te sale más caro ser rácano que ser normal
No. Lo que me sale caro es hacerte enfadar. No quiero que te enfades. Cómete tú todo el pulpo.Polvo.
En realidad es más gracioso subastarlo. ¿Ves como juegas distinto?
No sé. Me gusta mucho estar contigo aunque no entienda a qué jugáis.
A mi también. Baja. Anda. Repartimos el pulpo entre los 3.
Bajó. Fue la última cena trío de 2009. De nuestras vidas.
Nunca dejó de ser nuestro japo en Sao Paulo y años después de que muriese un día recibí una foto de una barca donde solo quedaba pulpo. Polvo.
Con un mensaje que decía “cierra el mes que viene para siempre, me he comido la barca yo solo. Te he dejado tu favorito. Sabes que los dos dejábamos siempre lo mejor para ti, ¿no?.
Aunque fuese rácano él también lo hacía. Te quería muchísimo, Beatriz.
Lo sabía ya aquella noche del salmón, la del pulpo, y todas las veces que compartí mesa con él. Era rácano pero me quería.
Era rácano pero le quería.
Es el único hombre tacaño al que he querido en mi vida. Por algo sería. Y le sigo echando de menos cada enero. Van demasiados.