De libretas, sushi y banquetas

Esto ha sido una especie de cita de jueves. De aquellas nuestras. Solo que empezó en miércoles. Hace mil años de esos tiempos. Mil años de las clases de samba. Mil años de tú viniendo a recogerme. Poniéndote celosísimo de presuntos hombres que presuntamente me hablaban, que yo ni percibía. Aquel japo ya cerró. Nos encantaba la terraza, el vino blanco especial sushi. La comida. El ritual. Yo iba siempre echa un asco y tú siempre me veías guapísima. Un poco como hoy.

Otra vez nuestro primer japo en España, porque para qué innovar. Un sitio q hace mucho pasó a ser también mío y de mis amigas. Que eso pase te gusta. Que te guste me encanta. Yo despeinada. La cara lavada después de yoga. Camiseta cortada por el cuello con mis propias manos torpes, que me está gigante. El sujetador de dos posiciones puesto del lado menos sexy (que obviamente es el cómodo) porque los dos sabemos que nadie más que yo va a verlo esta noche. También sabemos los dos que cualquier lado te parecería sexy. Que siempre te gustó no sé si tanto mi espalda como mi obsesión por enseñarla. Es un mapa del cielo austral. Decías. No te pegaba nada decir aquello según nosequién y en cambio yo nunca me sorprendía con tu poética ingenieril. Tus frases lapidarias peliculeras. No sé cómo haces para cuadrar la agenda. Me gusta que lo hagas. No sé cómo hacemos para que todo siga siendo tan sencillo. ¿Te acuerdas de aquel día que no me reconociste en Montera? Llovía más que hoy y te hacía al otro lado del mundo, te saludé y luego lo entendí. Acabamos en Costello. Yo volvía de un concierto. Apareciste de la nada en la red de San Luis. Costello ya no existe. El otro día Ene me escribió a cuenta de OT. ¿Eso qué era? Un concurso de cantantes. Me escribió porque en OT hay una pareja monísima y yo los amo y puse un tuit. Ene dice que cómo soy tan cabrona. Que ella sigue sin olvidarnos a ti y a mi en aquella banqueta. No se cree que eran dos banquetas. Dice que nunca le parecí menuda excepto aquella noche. Que tú eras el único que sabía quién cojones era Drexler en una mesa llena de uruguashos. Que nos sentábamos como si fuésemos uno. Que dábamos asco de tan felices. Tan compenetrados. Que si no me da vergüenza ponerme así con los novios de OT como si fuese algo que nunca he vivido. Yo le respondí que precisamente porque lo viví. Que me hubiera gustado ver lo q ella veía mientras me mandaba mensajes graciosísimos desde el otro lado de una mesa muy larga. Porque no sé cómo estábamos sentados aquella noche. Como siempre, supongo. En mi cabeza esa noche es vestirme dos veces por tu culpa. Llegar tarde porque hay cosas inevitables. Sentirme guapísima. Sentirme odiada por aquella comercial de vodka que tonteaba contigo, te dio una botella preciosa que me entregaste con pompa innecesaria diciéndole “la quiero y ella quería la botella, no tenía alternativa” Llevaba cristales de Swarovsky morados. Ahora está en casa de tus padres porque fue el precio por una consultoría sobre cloud que me salió baratísima. La botella me daba igual. El chiste eras tú luchando por ella. Mr nada me importa. Mr me iré de tu vida en 4 meses. Ha pasado media vida pero cenar contigo en un tatami sigue siendo fácil. Como era fácil trabajar contigo, viajar contigo, andar contigo. Lo único difícil era tu nomadismo vital. Esa necesidad imperiosa de que todo sea provisional por si acaso. Ahora que cenamos de ciento en viento y las horas parecen minutos y sigues riéndote igual aunque ya no tengas ni un solo pelo negro y sigo eligiendo no peinarme, no maquillarme, no arreglarme casi nunca que nos vemos, ahora que ninguno tenemos miedo a nada, todo es fácil y es bonito y es verdad y no es. Aunque tenga un BuJo de piel y corcho portugués, tamaño viaje (debería caber en la mitad de tus bolsillos, dijiste mientas lo montaba), color azul, regalo de los 44 para recordarme que sí es. Es la prueba de que algunos lo entienden. Y con eso ya valdría. Pero es que muchos de mis recuerdos más felices son contigo. Y es un mérito exclusivamente tuyo. Aquella manía que mantienes de escucharme, creerme, tomarme en serio. Y disculparte como nadie se ha disculpado conmigo jamás. Y volver en marzo, siempre que puedes, a recordadme que la magia existe, la suerte existe, la química existe y la gente que cuida lo que importa incluso aunque se equivoque, también existe. Gracias, un año más.