Cicatrices. Otra vez

Dices que confío demasiado en mis cicatrices. En el pasado que me recuerdan. Y sin embargo no es eso. Nunca fue eso. Son hoy puro. Son la certeza del ahora, de la supervivencia absoluta, de lo contrario del recuerdo, de cómo la piel nos desdibuja hasta eso que nos marcó y nos hirió y nos dolió y ahora es solo un borrón desgastado, una piel nueva, regenerada, capaz de volver a sentir placer como si nunca hubiese perdido la sensibilidad.

Dices.

Que confío demasiado.

En mis cicatrices.

Y tienes razón. Confío en ellas para saber sin ninguna duda, cada día que amanece, que tengo mecanismos dentro capaces de formas cotidianas de magia. Tengo poderosos mecanismos dentro que ni siquiera comprendo pero que saben funcionar cuando me hace falta.

Dices que confío demasiado en mis cicatrices pero lo dices con la boca pequeña. Porque sabes que si no fuese por ellas nunca jamás habría corrido por aquel suelo de gravilla, con las manos vacías y los pies desnudos a buscarte. Suicida. A encontrarte, sed pura, desconfiando de cada una de tus cicatrices de tinta china pero creyendo en cambio en mi. En mi voluntad inquebrantable. En la seguridad con que me entregué a ese futuro para el que ninguno tenemos respuestas.